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Sombras en el avance de Neuralink: denuncian muertes de primates y destrucción de evidencia

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Detrás de los prometedores avances de Neuralink —la empresa fundada por Elon Musk que ha implantado chips cerebrales en personas con parálisis— surge un nuevo y polémico capítulo: un informe publicado por Wired revela que en las etapas iniciales del proyecto se realizaron pruebas en primates que habrían resultado fatales para varios de ellos. Además, se acusa a la compañía de haber destruido evidencia clave para ocultar errores, negligencias y dilemas éticos.

Entre 2017 y 2020, Neuralink llevó a cabo ensayos con monos en colaboración con la Universidad de California en Davis (UC Davis), un centro público de investigación biomédica. Documentos internos y testimonios recogidos por Wired indican que al menos doce primates fueron sometidos a implantes cerebrales durante esta fase experimental. Sin embargo, varios de estos procedimientos terminaron con la muerte de los animales en condiciones descritas como negligentes por exempleados y grupos defensores de los derechos animales.

Según la investigación, Neuralink habría solicitado la eliminación de cientos de archivos, incluyendo imágenes, radiografías y reportes clínicos que mostraban las consecuencias físicas de los experimentos: sufrimiento, lesiones graves e infecciones tras las intervenciones quirúrgicas.

Uno de los casos más alarmantes incluye la muerte de un mono al que se le implantó un chip con un adhesivo no aprobado para este tipo de procedimientos. El material provocó una reacción adversa que derivó en el fallecimiento del animal. Excolaboradores atribuyen el desenlace no a un riesgo quirúrgico inevitable, sino a una decisión técnica errónea.

Frente a las crecientes críticas, Neuralink defendió públicamente la legalidad y la ética de sus prácticas. Elon Musk ha reiterado en entrevistas y foros que los animales utilizados ya estaban “terminalmente enfermos” antes de ser incluidos en los ensayos, y que sus muertes no fueron consecuencia de los implantes, sino de enfermedades preexistentes como el cáncer.

No obstante, esta versión ha sido desmentida por una exhaustiva investigación conjunta de Wired y el Comité de Médicos por una Medicina Responsable (PCRM, por sus siglas en inglés), basada en registros veterinarios de UC Davis. Los documentos muestran que varios primates permanecieron más de un año en las instalaciones antes de ser intervenidos, sin presentar signos de enfermedades terminales.

Un ejemplo es el del llamado “Animal 11”, cuya evaluación prequirúrgica solo detectó lesiones menores —como la falta de algunos dedos— sin que existieran diagnósticos que justificaran una eutanasia por razones médicas previas.

Otro caso documentado es el de una hembra de macaco que fue sometida a una implantación cerebral y posteriormente sacrificada tras desarrollar severas infecciones derivadas del procedimiento. Los expedientes veterinarios registran inflamaciones, cultivos bacterianos y un deterioro progresivo del estado del animal.

La revelación de estos hechos y la supuesta destrucción de pruebas han reavivado el debate sobre los límites éticos de la investigación científica, especialmente cuando involucra a empresas privadas y universidades públicas. Diversas organizaciones, junto con ex empleados y legisladores estadounidenses, han solicitado a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) que investigue si Musk y Neuralink incurrieron en fraude al emitir declaraciones engañosas sobre las condiciones de los animales.

En múltiples ocasiones, el PCRM ha elevado solicitudes formales para que se abra una investigación federal. Sus expertos sostienen que muchas de las complicaciones observadas en los primates —infecciones, lesiones físicas, y síntomas de depresión o estrés crónico tratados incluso con antidepresivos como fluoxetina— fueron provocadas directamente por los experimentos, no por enfermedades preexistentes.

Testimonios de investigadores del Centro Nacional de Investigación de Primates de California también cuestionan la narrativa oficial de Musk. Aseguran que, según los estándares médicos, los animales utilizados no cumplían los criterios para ser considerados terminales.

Los informes de autopsia respaldan estas afirmaciones: a diferencia de otros protocolos que permiten la eutanasia por causas médicas irreversibles, en estos casos no se encontraron condiciones previas que justificaran tal decisión.

La controversia vuelve a poner en el centro de la discusión el papel de la ética en la innovación tecnológica, y hasta dónde puede llegar la ciencia cuando el objetivo es fusionar mente y máquina.

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Jhon Soto

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