Una nueva explosión de la Starship, durante una prueba estática realizada a las seis de la mañana del jueves (hora peninsular española), ha supuesto otro revés importante para SpaceX. Con este incidente, ya son cuatro los fallos significativos que acumula el ambicioso programa liderado por Elon Musk, lo que pone en entredicho tanto el despliegue completo de la constelación Starlink —que prevé 12.000 satélites, de los cuales ya se ha lanzado la mitad— como el calendario del programa Artemis, que pretende devolver astronautas a la superficie lunar.
La Starship, pieza clave en el sistema de lanzamiento de SpaceX, constituye la segunda etapa del megacohete que acompaña al propulsor Super Heavy. Aunque este último —equipado con 33 motores Raptor— ha mostrado ya una fiabilidad creciente, es la etapa superior, encargada de entrar en órbita con satélites o tripulación, la que sigue presentando serios problemas, especialmente relacionados con su complejo sistema de propulsión.
Ship 36 experiences a RUD at Massey’s during testing prior to Starship Flight 10. Seen in slow motion.
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📸: @NASASpaceflight pic.twitter.com/sSy72p79fM— D Wise (@dwisecinema) June 19, 2025
Esta sección superior cuenta con seis motores: tres diseñados para maniobras dentro de la atmósfera (despegue y aterrizaje) y otros tres para operar en el vacío del espacio. Los fallos recientes durante vuelos de prueba han tenido su origen en esta parte del vehículo, con episodios que incluyen vibraciones estructurales, fugas de propelente, incendios y otras anomalías técnicas que SpaceX no ha logrado corregir del todo.
El test de este jueves consistía en una prueba estática, es decir, el encendido de los motores mientras la nave permanecía anclada al suelo. El objetivo era verificar la eficacia de nuevas mejoras, como un escudo térmico sobre el conjunto de motores y un refuerzo de las conducciones de combustible. Sin embargo, ni siquiera se llegó a encender el sistema de propulsión.
Aunque la investigación está en curso, los primeros indicios apuntan a un pico de presión o un fallo en los sellos de los tanques como posible causa del accidente. El fallo estructural generó una violenta bola de fuego que destruyó por completo el vehículo y causó graves daños en la plataforma de pruebas.
Las cámaras de alta velocidad que registraban el test han permitido analizar el momento exacto de la catástrofe. Las imágenes muestran una fuga de gas —no una explosión en sentido técnico— en la parte superior lateral de la nave, en la zona correspondiente a la bodega de carga, lejos de los depósitos principales de metano (ubicados en la sección media) y oxígeno (en la inferior). Instantes después, la estructura cedió, provocando el colapso del cuerpo central y una deflagración inmediata.
La zona afectada albergaba dos pequeños depósitos auxiliares de metano y oxígeno, situados en la ojiva de la nave. Estos fueron añadidos en fases avanzadas del diseño para garantizar que los motores dispusieran de suficiente combustible durante las complejas maniobras de aterrizaje, que implican una transición de vuelo horizontal a vertical.
Todo indica, por tanto, que la fuga se originó en uno de estos tanques auxiliares o en las conducciones que transportan el combustible hacia los motores. Lo ocurrido no fue una explosión clásica con onda de choque, sino una combustión súbita de una mezcla altamente inflamable tras una posible chispa. Aun así, las consecuencias han sido igualmente devastadoras: la Starship quedó completamente destruida, con fragmentos del vehículo dispersos por la zona.
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