El conflicto entre Israel e Irán escaló a niveles sin precedentes este fin de semana, luego de un devastador ataque aéreo israelí contra instalaciones nucleares y militares iraníes que dejó al menos 78 muertos y más de 320 heridos, según fuentes oficiales iraníes. La respuesta no tardó en llegar: Irán lanzó múltiples oleadas de misiles y drones contra territorio israelí, provocando explosiones en Jerusalén, Tel Aviv y otras ciudades.
El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, advirtió que “Teherán arderá” si el régimen iraní continúa atacando. “Irán pagará un alto precio por causar daño a nuestros ciudadanos”, dijo tras una reunión con el jefe del Estado Mayor. Las Fuerzas de Defensa de Israel confirmaron que siete soldados resultaron heridos por el impacto de un misil en el centro del país.
El operativo israelí fue uno de los más significativos en años. Además de eliminar a varios generales de alto rango, murieron nueve científicos clave en el desarrollo del programa nuclear iraní. Entre los fallecidos se encuentran el general Mohammad Bagheri, jefe de las fuerzas armadas, y el general Amir Ali Hajizadeh, responsable del arsenal de misiles balísticos de la Guardia Revolucionaria.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, justificó la ofensiva afirmando que el objetivo era neutralizar amenazas existenciales, aunque instó a la población iraní a levantarse contra sus líderes. Según Netanyahu, la operación llevaba meses en preparación y fue pospuesta hasta abril por motivos estratégicos.
Las consecuencias diplomáticas no se hicieron esperar. Irán canceló de facto un encuentro previsto con Estados Unidos en Omán para negociar sobre su programa nuclear. Abbas Araghchi, canciller iraní, calificó las conversaciones como “injustificables” tras lo que llamó una “agresión directa con apoyo estadounidense”, aunque Washington negó cualquier implicación.
Durante la madrugada del sábado, la televisión estatal iraní transmitía imágenes repetidas de los misiles lanzados hacia Israel y mostraba a ciudadanos celebrando en las calles. Los ataques iraníes causaron al menos tres muertes y alrededor de 70 heridos, principalmente en Tel Aviv y zonas aledañas. En la ciudad de Rishon Lezion, un misil destruyó parcialmente varias viviendas.
En respuesta, Israel lanzó una nueva oleada de bombardeos contra docenas de objetivos, incluidos centros de radar, defensas aéreas y sitios nucleares en Natanz e Isfahan. Un oficial militar israelí aseguró que la magnitud del daño dificultará que Irán repare sus instalaciones en cuestión de semanas. La Agencia Internacional de Energía Atómica confirmó daños importantes en la superficie de Natanz, aunque no en las centrifugadoras subterráneas.
En Teherán, las explosiones sacudieron el centro de la ciudad y provocaron un incendio en el aeropuerto internacional de Mehrabad. El Ministerio de Defensa iraní activó sistemas antiaéreos en varias provincias, lo que indicaría una posible continuación de la ofensiva israelí.
En medio del caos, Jamenei nombró a Majid Mousavi como nuevo jefe de la división aeroespacial de la Guardia Revolucionaria, en reemplazo del fallecido Hajizadeh.
La comunidad internacional observa con preocupación el deterioro de la situación. Varios gobiernos de la región condenaron el ataque israelí y exigieron una desescalada inmediata. Mientras tanto, la guerra entre Israel y Hamás en Gaza sigue activa, y en las últimas horas murieron al menos 27 personas en el enclave palestino.
La posibilidad de una guerra total entre Irán e Israel, con efectos regionales e incluso globales, es hoy más real que nunca.
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