Las investigaciones sobre el trágico accidente del vuelo de Air India que se estrelló el pasado 12 de junio en Ahmedabad, dejando 260 muertos, apuntan cada vez más hacia un posible error humano como factor determinante. Según fuentes citadas por The Wall Street Journal, los primeros análisis descartan fallos técnicos en el Boeing 787 Dreamliner o en sus motores, y se enfocan en la manipulación de los controles de combustible por parte de la tripulación.
El avión, que cubría la ruta entre Ahmedabad y Londres, despegó con normalidad, pero apenas alcanzó los 200 metros de altitud perdió empuje y se precipitó contra una residencia estudiantil. Del total de 242 personas a bordo, solo una sobrevivió. También murieron varios ocupantes del edificio impactado.
El eje de la investigación son los interruptores de control de combustible ubicados en la cabina. Estos dispositivos, diseñados para permanecer activados durante todo el vuelo y solo ser manipulados en situaciones excepcionales, fueron encontrados en posición de apagado pocos segundos después del despegue. Esta anomalía provocó una pérdida simultánea de potencia en ambos motores, activando automáticamente el sistema de emergencia conocido como ram air turbine (RAT), que suministra energía y presión hidráulica en casos críticos.
Boeing realizó una simulación técnica con base en las cajas negras y concluyó que los interruptores fueron accionados de manera incorrecta. Sin embargo, aún no se ha determinado si la desconexión fue accidental, intencional o el resultado de una maniobra mal ejecutada. Tampoco se ha confirmado si los pilotos intentaron restablecer el flujo de combustible antes del impacto.
“El efecto sobre los motores es inmediato; se interrumpe la potencia”, explicó el experto en seguridad aérea John Cox a medios estadounidenses. “No se pueden mover por accidente ni con un simple golpe”.
Este siniestro, el primero fatal que involucra a un Boeing Dreamliner desde su lanzamiento en 2011, ha tenido un impacto profundo no solo por la magnitud de la tragedia, sino también por sus implicaciones en la aviación comercial india. El avión accidentado, entregado a Air India en 2014, no tenía antecedentes de fallos técnicos graves.
En el plano corporativo, el incidente interrumpió el ambicioso proceso de reestructuración que Air India venía desarrollando desde su adquisición por el Grupo Tata en 2022. Este plan contemplaba una renovación completa de su flota y la expansión internacional de sus operaciones. Ahora, los protocolos internos y la capacitación de su personal están bajo revisión.
A nivel técnico, la Autoridad de Investigación de Accidentes Aéreos de India (AAIB) tenía previsto publicar un informe preliminar pocos días después del accidente, pero su difusión se retrasó, generando malestar entre autoridades internacionales. La descarga de las cajas negras, realizada en un nuevo laboratorio en Delhi, tomó cerca de dos semanas, tiempo en el que aumentaron las tensiones entre técnicos locales y observadores extranjeros.
La Junta Nacional de Seguridad del Transporte de EE.UU. (NTSB) incluso evaluó suspender su cooperación ante las demoras, aunque finalmente su equipo permaneció en India para concluir el análisis. También participa la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), que nombró a un observador tras una serie de gestiones diplomáticas, aunque evitó pronunciarse públicamente sobre el caso.
La tripulación estaba compuesta por el capitán Sumeet Sabharwal, con más de 10.000 horas de vuelo, y el copiloto Clive Kunder, con más de 3.400. Ambos contaban con experiencia suficiente en aeronaves de fuselaje ancho, y sus antecedentes no registraban falencias de formación. No obstante, las decisiones que tomaron durante los minutos posteriores al despegue siguen siendo objeto de escrutinio.
El accidente también encendió las alarmas en el Parlamento indio, que conformó un comité especial para evaluar el estado de la seguridad aérea civil. Funcionarios del gobierno y representantes del sector han sido citados para revisar tanto las causas del accidente como los actuales protocolos de respuesta ante emergencias.
El impacto político es significativo. India apuesta a consolidarse como un hub global de aviación, un objetivo estratégico para su crecimiento económico y la expansión de su conectividad aérea. Sin embargo, este episodio representa un duro revés para esas aspiraciones.
La AAIB continuará con su investigación técnica durante los próximos meses. Según los estándares internacionales, el proceso completo podría extenderse por más de un año. Las conclusiones finales deberán esclarecer las causas del accidente, identificar posibles responsabilidades y proponer reformas en los protocolos operativos, de formación y seguridad de la aviación comercial en India.
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