Tras casi cuatro años desde su lanzamiento, Windows 11 finalmente alcanzó el liderazgo que Microsoft había estado buscando: convertirse en el sistema operativo de escritorio más utilizado por sus usuarios a nivel global.
Según los últimos datos de StatCounter, en julio de 2025 Windows 11 logró superar en adopción a Windows 10, marcando un hito clave en la estrategia de transición de la compañía. Actualmente, Windows 11 concentra el 52% de la cuota de mercado entre los sistemas operativos de Microsoft, mientras que Windows 10 cayó al 44,59% a fecha del 7 de julio. Otros reportes internacionales muestran cifras similares —con pequeñas variaciones metodológicas— pero coinciden en la misma conclusión: Windows 11 ya lidera.
Este cambio de tendencia ocurre en un momento clave, justo cuando el soporte oficial para Windows 10 tiene fecha de vencimiento: el 14 de octubre de 2025. La compañía ha intensificado durante este año sus esfuerzos por acelerar la migración, advirtiendo que tras esa fecha el sistema quedará sin actualizaciones de seguridad.
Aunque hoy Windows 11 parece haber ganado terreno, su adopción fue lenta al principio. A finales de 2022, menos del 10% de los usuarios había hecho la transición. Incluso, estudios estimaban que solo un 3% lo había instalado durante su primer año. El crecimiento comenzó a notarse en 2023, con una adopción del 28%, que subió al 36% en 2024. Recién en 2025 se produjo el salto definitivo, impulsado por la presión del fin de soporte y una agresiva campaña de actualización por parte de Microsoft.
La propia compañía indicó que el sistema operativo Windows está presente en más de 1.400 millones de dispositivos en todo el mundo, aunque no precisó cuántos de ellos utilizan cada versión. Aun así, se estima que cientos de millones siguen operando con Windows 10, lo que representa un desafío significativo, tanto desde el punto de vista de la seguridad como del negocio.
Uno de los factores que frenó la expansión inicial de Windows 11 fueron sus exigencias técnicas. Entre ellas, la necesidad de contar con el chip TPM 2.0, diseñado originalmente para entornos empresariales y encargado de almacenar claves de cifrado. Esta restricción dejó fuera de la actualización a millones de equipos que, aunque funcionales, no cumplían con los requisitos.
A esto se suman otros obstáculos percibidos por los usuarios: la obligación de conectarse a internet durante la instalación, el registro con una cuenta de Microsoft, la presencia de anuncios dentro del sistema y aplicaciones preinstaladas que muchos consideran innecesarias. Aunque algunas de estas prácticas ya estaban presentes en Windows 10, su peso en Windows 11 ha sido más notorio.
No obstante, Microsoft también ha apostado fuerte por la innovación, integrando funciones basadas en inteligencia artificial que buscan redefinir la experiencia de uso. Entre ellas, destaca Copilot+, un asistente potenciado por IA que solo está disponible en dispositivos con procesadores especiales y NPU capaces de alcanzar al menos 40 TOPS de rendimiento.
Estas características han captado especialmente la atención de usuarios avanzados, profesionales creativos y gamers, sectores donde Windows 11 ya domina, como lo demuestra su posición como el sistema operativo más utilizado en plataformas como Steam.
Aunque el camino ha sido largo y con obstáculos, Windows 11 comienza a consolidarse como el nuevo estándar de Microsoft. El desafío ahora será mantener ese liderazgo y completar la transición antes del fin de soporte definitivo para su predecesor.
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