Para la mayoría de los ciudadanos en China continental, este 4 de junio fue un día como cualquier otro. El aniversario número 36 de la brutal represión que sofocó el movimiento prodemocrático de 1989 pasó sin conmemoraciones visibles. Justo como quiere el Partido Comunista Chino (PCCh).
La vigilancia fue especialmente estricta en los alrededores de la Plaza de Tiananmen en Pekín, epicentro de las protestas estudiantiles que, hace más de tres décadas, desafiaron al régimen. En la noche del 3 al 4 de junio de 1989, bajo órdenes del entonces líder Deng Xiaoping, el ejército ingresó con tanques y fuego real, dispersando por la fuerza a los manifestantes. Se estima que murieron cientos, tal vez miles de personas, incluidos soldados.
Desde entonces, el PCCh ha intentado borrar aquellos hechos de la memoria colectiva. Cualquier referencia al 4 de junio está prohibida en China: se censuran publicaciones, se eliminan menciones en internet y se reprime cualquier intento de homenaje público.
En Hong Kong, donde durante años se realizó una vigilia masiva con velas en el Parque Victoria, las conmemoraciones también han sido suprimidas. La prohibición se justificó inicialmente con la pandemia, pero en 2021 las autoridades arrestaron a los organizadores, como parte de una campaña más amplia contra la disidencia tras las protestas de 2019. Este año, en el mismo parque donde miles solían reunirse para recordar a las víctimas, se organizó un carnaval con productos chinos. “Los hongkoneses se han convertido en corderos silenciosos después de 2019”, lamentó King Ng, presente en el lugar.
Incluso pequeños gestos, como vender velas blancas, pueden atraer la atención de las autoridades. Chan Kim-kam, exconsejera de distrito, fue interrogada por la aduana tras publicar en Instagram una foto conmemorativa titulada “Junio, no olvidamos”.
Mientras tanto, en Taiwán —la isla autónoma que China reclama como propia— las vigilias continúan. Este 4 de junio, cientos de personas se congregaron bajo la lluvia en la Plaza de la Libertad en Taipéi. En el centro del acto se colocó una réplica del “Pilar de la Vergüenza”, escultura retirada por las autoridades de Hong Kong. Mimi, una organizadora que pidió anonimato por temor a represalias, dijo: “Muchos se preguntan por qué seguimos recordando. Pero es precisamente porque lo intentan borrar, que debemos mantener viva la memoria”.
El presidente taiwanés Lai Ching-te aprovechó el aniversario para marcar distancia con Pekín. En una publicación en redes sociales, subrayó el contraste entre la democracia pluralista de Taiwán y el autoritarismo chino: “Las sociedades libres preservan la verdad y recuerdan. Los regímenes autoritarios prefieren el silencio y el olvido”.
Organizaciones como las Madres de Tiananmen, que agrupa a familiares de víctimas, siguen exigiendo justicia. En un comunicado firmado por 108 miembros, pidieron una investigación independiente, compensación y que se juzgue a los responsables. Sin embargo, el gobierno chino reitera su postura oficial. “El país ya tiene una conclusión clara sobre los eventos de los años 80”, declaró Lin Jian, vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores. Según Pekín, el crecimiento económico posterior valida las decisiones tomadas entonces.
Las embajadas de Reino Unido, Alemania, Canadá y EE. UU. intentaron rendir homenaje al aniversario en redes sociales, pero sus publicaciones fueron eliminadas rápidamente por los censores. En respuesta, algunas proyectaron imágenes simbólicas, como una vela encendida, frente a sus sedes en Pekín.
Pese a la represión y la censura, el mundo sigue recordando. Como afirmó el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio: “El Partido Comunista intenta silenciar la historia, pero el mundo no la olvidará”.
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