En una emotiva ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco ordenó este domingo a once nuevos sacerdotes, a quienes instó a vivir su vocación en contacto con la gente, alejados del aislamiento y del sentimiento de privilegio. “El clero debe estar ligado a personas de carne y hueso”, recordó el Pontífice, y advirtió que “el autoreferencialismo extingue el fuego” de la misión sacerdotal.
Siete de los nuevos presbíteros fueron formados en el Pontificio Seminario Mayor y cuatro en el Colegio Redemptoris Mater. Su ordenación estuvo cargada de gestos simbólicos y momentos de profunda espiritualidad.
La liturgia comenzó con los candidatos vestidos completamente de blanco, llamados uno a uno por su nombre. Al ser nombrados, respondieron al unísono: “Aquí estoy”. Luego, el cardenal vicario de Roma, Baldassare Reina, se dirigió al Santo Padre para pedir formalmente la ordenación de los nuevos presbíteros.
“¿Estás seguro de que son dignos?”, preguntó el Papa. “Según las informaciones recabadas entre el pueblo cristiano y el juicio de quienes han guiado su formación, puedo confirmar que son dignos”, respondió Reina.
Tras la homilía papal, los futuros sacerdotes pronunciaron sus compromisos y, de rodillas, prometieron “filial respeto y obediencia” al Papa y a sus sucesores. Luego se postraron rostro en tierra frente al altar papal, erigido sobre el lugar donde, según la tradición, fue sepultado San Pedro, mientras la asamblea entonaba el canto de las letanías.
El rito culminó con la imposición de la estola y la casulla, seguido de una oración en completo silencio, durante la cual el Papa impuso sus manos sobre las cabezas de los nuevos sacerdotes. A continuación, ungió sus palmas con el santo crisma, y cada uno recibió el abrazo fraterno y el beso de la paz, sellando así su entrada en el ministerio sacerdotal.
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