La guerra en los cielos de Ucrania se ha convertido en una batalla cada vez más tecnológica, intensa y desigual. La captura de equipos enemigos no deja de revelar sorpresas: en noviembre, un dron Parody expuso la profunda implicación de Estados Unidos en el conflicto; hace apenas unas semanas, un misil de crucero ruso fue interceptado por un sistema suministrado por los aliados; y lo más reciente, un dron Shahed derribado contenía una nota secreta que ha causado revuelo en la inteligencia ucraniana.
Mientras tanto, la ofensiva aérea rusa ha escalado a niveles inéditos. En un solo ataque nocturno, Rusia lanzó 298 drones y 69 misiles, poniendo a prueba —y al límite— las defensas antiaéreas ucranianas. Con el estancamiento de las negociaciones de paz, Ucrania se ve obligada a racionar sus interceptores, lo que deja a su población, infraestructura y centros urbanos cada vez más vulnerables a los bombardeos.
Rusia ha rediseñado su estrategia aérea apostando por misiles balísticos, muchos de ellos suministrados por Corea del Norte, y por una nueva generación de drones Shahed de origen iraní, ahora en su sexta versión. Estos drones emplean inteligencia artificial para sortear defensas avanzadas y han causado estragos en objetivos sensibles como centros comerciales, zonas residenciales y bases militares. Su producción en Rusia se ha disparado: de 300 unidades mensuales, ahora se fabrican en apenas tres días, con planes de alcanzar los 500 drones diarios.
En paralelo, una revelación inquietante: según un informe exclusivo de The Economist, algunos drones Shahed están siendo controlados mediante bots de Telegram, lo que les permite recibir coordenadas y transmitir video en tiempo real, sin depender del GPS. Esta innovación les hace más resistentes a las interferencias electrónicas y sugiere un salto cualitativo en la autonomía y letalidad de estos sistemas.
Occidente ha reaccionado levantando restricciones sobre el envío de armas de largo alcance a Ucrania. Aun así, el país sigue enfrentando una amenaza creciente. Aunque las defensas logran derribar el 95% de los drones dirigidos a Kiev, ese 5% restante sigue causando daños catastróficos. Los Shahed vuelan bajo para evadir radares y luego ascienden rápidamente, dejando fuera de combate a los sistemas de corto alcance.
Para misiles balísticos, Ucrania apenas puede defenderse. Solo los misiles PAC-3 del sistema Patriot —de los que dispone en número limitado— pueden interceptarlos, y cada misil ruso suele requerir dos interceptores. Aunque Estados Unidos aumentará la producción a 650 unidades al año, esto sigue siendo insuficiente frente a los 500 misiles balísticos que, según Kiev, Rusia ya tendría almacenados.
En el cielo ucraniano, la guerra avanza con velocidad, inteligencia artificial y una intensidad que no da tregua.
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