India aseguró este jueves haber destruido mediante un ataque con drones un sistema de defensa antiaérea paquistaní en Lahore, una acción que marca un preocupante salto cualitativo en las tensiones entre ambas potencias nucleares. El blanco, una instalación militar, eleva el nivel del conflicto más allá de las escaramuzas habituales.
El día anterior, el ejército indio había bombardeado lo que describió como “nueve objetivos terroristas” en zonas bajo control pakistaní, en respuesta a la masacre del 22 de abril en la Cachemira india, donde un grupo armado mató a varios turistas hindúes. Según Nueva Delhi, el radar destruido en Lahore estaba siendo usado para rastrear y neutralizar recursos de la fuerza aérea india. Las autoridades insisten en que se trató de una acción «proporcionada», en referencia al supuesto derribo previo de aviones de combate indios por parte de Pakistán, algo que India niega rotundamente.
Islamabad, por su parte, rechaza la narrativa india y acusa al ejército de Modi de utilizar un pretexto para intensificar el conflicto. Asegura que la noche anterior lanzó una ofensiva coordinada con drones contra instalaciones militares en al menos quince ciudades indias. “Cuando respondamos será de forma decisiva y visible para el mundo. No importará lo que diga la prensa india”, advirtió un portavoz militar paquistaní. Horas después, la ciudad de Jammu quedó a oscuras tras un ataque con drones.
La disputa por Cachemira no solo se mantiene encendida, sino que evoluciona hacia una dimensión más tecnológica y letal. En Lahore, los residentes reportaron fuertes explosiones en la madrugada, cuya causa fue confirmada posteriormente. Según fuentes oficiales de ambos países, sus respectivos ejércitos lograron derribar alrededor de 25 drones cada uno.
La situación se volvió aún más delicada tras la destrucción, con misiles indios, de al menos dos mezquitas en Bahawalpur y Muzafarabad. En represalia, este jueves Pakistán bombardeó un templo sij en la Cachemira bajo administración india, dejando tres muertos. El ataque ha revivido traumas del pasado en el valle, mayoritariamente musulmán, como la masacre de 35 sijs en Chittisinghpura en el año 2000 o la expulsión forzada de los pándit, los hindúes nativos de la región, muchos de los cuales aún viven como desplazados en Jammu.
El secretario de Exteriores indio, Vikram Misri, se refirió a estos antecedentes y ofreció detalles sobre la llamada “Operación Sindur”, que, según afirmó, tenía como objetivo refugios verificados de terroristas. “Si eran civiles, ¿por qué se les rinde un funeral de Estado, con ataúdes envueltos en la bandera paquistaní, rodeados de militares y bajo estrictas medidas de seguridad?”, preguntó Misri, mientras mostraba una fotografía del entierro ante las cámaras.
Mientras tanto, Pakistán declaró haber derribado cinco cazas indios en cuestión de horas, aunque luego se retractó respecto a la supuesta captura de pilotos. India, por su parte, evita referirse a estas presuntas pérdidas, que oficialmente no reconoce. Algunas imágenes de restos de fuselaje hallados en Cachemira sugieren que podría haber algo de verdad en ambas versiones.
En los mercados, las consecuencias del conflicto ya se sienten. Las acciones de Dassault, fabricante francés de los Rafale indios, se mantuvieron estables, mientras que el valor del fabricante chino AVIC, responsable de los cazas J-10 y J-20 paquistaníes, subió un 40% en la bolsa de Shenzhen en solo dos días. No obstante, las malas noticias desde el frente provocaron este jueves una caída de casi el 7% en la bolsa de Karachi, que suspendió temporalmente sus operaciones.
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