En el mundo del hardware, no es raro toparse con nombres y etiquetas que suenan complejos o incluso absurdos. Muchas veces, lejos de aportar claridad sobre las capacidades reales de un componente o de un equipo completo, estos términos responden más a estrategias de marketing que a criterios técnicos. El objetivo: convencer al comprador de que necesita algo que, en la práctica, no siempre ofrece un valor real.
Los componentes de PC suelen incluir una larga lista de especificaciones técnicas que, para el usuario promedio, pueden resultar difíciles de entender. Esta confusión se agrava cuando, con cada nueva tecnología que llega al mercado, cambian también las etiquetas y denominaciones para dar la sensación de que ciertos productos están especialmente diseñados para ella. En este contexto, distinguir entre lo que realmente importa y lo que solo busca impresionar se vuelve fundamental.
Identificar el verdadero uso de un hardware puede no ser tan sencillo como parece. Muchas veces, los fabricantes lanzan al mercado equipos supuestamente “optimizados” para una función concreta. Pero, ¿realmente lo están? A lo largo de los años, hemos visto cómo ciertas etiquetas cambian más por las tendencias del mercado que por mejoras objetivas en el rendimiento.
Un ejemplo claro fue la llegada de la realidad virtual. Muchos ordenadores y tarjetas gráficas comenzaron a anunciarse como “VR Ready” (preparados para realidad virtual). Sin embargo, este término no garantizaba mucho más que la capacidad mínima para ejecutar aplicaciones de realidad virtual. Hoy en día, incluso equipos de gama media lanzados hace cuatro o cinco años pueden manejar esa tecnología sin mayores inconvenientes, lo que convierte esa etiqueta en poco más que una herramienta publicitaria.
Lo mismo está ocurriendo ahora con el auge de la inteligencia artificial. Proliferan los dispositivos “Equipados con IA”, un concepto aún más difuso que el anterior. A diferencia de la realidad virtual, la inteligencia artificial es accesible a través de servicios en la nube, lo que hace innecesario tener hardware específico para la mayoría de los usuarios. No obstante, fabricantes como NVIDIA han incorporado el término para destacar sus últimas tarjetas gráficas, cuando en realidad incluso modelos más antiguos son capaces de ejecutar tareas relacionadas con IA.
En la práctica, pocos usuarios requieren funciones avanzadas de inteligencia artificial de forma local. Un ejemplo actual es el de los nuevos “Copilot+ PC”, ordenadores que prometen una integración avanzada de IA pero que, en esencia, ofrecen mejoras puntuales en servicios como Office 365, más cercanas a un asistente virtual potenciado que a una revolución tecnológica.
La conclusión es clara: cada vez que surge una tecnología novedosa, las empresas crean nuevas etiquetas que rara vez ofrecen información relevante sobre el producto. Más que una evolución técnica, asistimos a una evolución del lenguaje comercial. Una tendencia que, todo indica, ha llegado para quedarse.
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